sábado, 19 de noviembre de 2011

CINE VENEZOLANO: ROMÁN CHALBAUD



Un director entre lo sagrado y lo obsceno

El cine de Chalbaud atraviesa el devenir político, social y cultural de la segunda mitad del siglo XX en Venezuela; la particularidad de su obra reposa en su manera de interpretar al venezolano de la calle, en su forma de ser a lo largo de los últimos seis decenios.

Sus personajes femeninos fluctúan entre la santa y la puta, la emprendora y la sometida, la madre y la pecadora, la seductora y la seducida; mientras que los varones van del macho al poeta, del corrupto al honrado, del ángel al demonio, del policía al malandro. Así se expresa Fernando Rodríguez sobre la filmografía de este director merideño nacido hace ochenta años:

“Casi toda la obra cinematográfica de Román Chalbaud tiene uno de sus ejes dramáticos fundamentales en las tensiones entre la realidad social general y determinados micromundos, planetas paralelos, que sirven de espejo y de medida de ésta. La pensión, el barrio, las bandas, los burdeles, la pasión amorosa cumplen esas funciones narrativas”.

Luego de haber sido uno de los protagonistas del renacimiento del teatro de los cincuenta, y de participar en los inicios de la televisión en el país, Román Chalbaud incursiona en la aventura cinematográfica en la decadencia de la dictadura perezjimenista, con un filme rodado en parte en un barrio popular de Caracas, y cuyos protagonistas son gente humilde, emigrada del campo a la ciudad. Estrenada en 1959, Caín adolescente “concretó la intención de un cine nacional entendido como una originalidad buscada en la cultura propia, apoyada en directrices y capacidades del venezolanos, decidida a mostrar y reivindicar un entorno cotidiano y despojado, y referida a la gran clase desposeída en tanto que único espejo posible del ser nacional”. Sostiene la estudiosa del cine, Ambretta Marrosu.

Tanto este primer filme como la mayoría de los títulos de la filmografía de Román Chalbaud han estado basados en sus propias piezas de teatro. En este caso, se trata de la obra homónima, estrenada en 1955.

Luego de un segundo largometraje realizado en los sesenta –Cuentos para mayores (1963), filme compuesto por tres historias diferentes de las cuales sólo se han conservado la primera y la tercera-, y del hasta ahora único mediometraje del director –Chévere o la Victoria de Wellington (1970), cuyos negativos se han perdido-, Román Chalbaud se convirtió en una de las figuras centrales del llamado boom del cine venezolano con La quema de Judas (1974) y Sagrado y obsceno (1976). En ambas cintas abordó las dos problemáticas más características de la producción nacional de la época: el entorno social de la delincuencia y la lucha armada revolucionaria. Luego, en 1977, cristalizaría en El pez que fuma una nueva fórmula para la crítica social a través del humor, que se convertiría en emblemática del cine de Chalbaud: la representación refractada de la realidad llamada “Venezuela saudita” del auge petrolero de los setenta mediante un microcosmos, en este caso, un prostíbulo donde se desarrolla una lucha cíclica por la conquista del poder, en la que la carta ganadora es la traición. Destaca este filme también por la magistral interpretación de la desaparecida Hilda Vera, así como por las actuaciones de Orlando Urdaneta y Miguelángel Landa, este último erigido como uno de sus actores fetiche.






Sin duda hay un empeño si se quiere magistral, en proponer el cuestionamiento de la sociedad venezolana a través del cine pero explorando en una estética y una poética de la pobreza. Así ocurre con La oveja negra (1984) escrita en colaboración con David Suárez, “una historia de malandros y policías pero diferente de todo lo que hemos hecho en el cine venezolano” como ha dicho el director. Los protagonistas de este filme se dividen en un bando de delincuentes buenos, que integran "la pandilla de Dios", y otro bando de malvados, los efectivos de la institución del orden en la democracia representativa: La Policía Metropolitana. Así los buenos de la historia quieren vivir, no sólo al margen de la ley sino a escondidas, refugiados en su microcosmos: un simbólico cine abandonado de Caracas.

Pesimismo y encierro proporciona también el tono amargo de Pandemonium: la capital del infierno (1997), cuyo protagonista vive postrado en una cama, desde donde se comunica con la gente a través de la brecha que le ofrece la radio, un medio de comunicación marginal en tiempos del aplastante predominio de la TV.

La revuelta popular de febrero de 1989 se deja filtrar aquí como anuncio del posible destino final de la prolongada decadencia del sistema político bipartidista instaurado con el Pacto de Punto Fijo. Son diversas las vertientes por las que se ha decantado el cine de Román Chalbaud. A titulo de ejemplo está El rebaño de los ángeles (1979), que representa una incursión del realizador en un cine latinomericano que encuentra en el adolescente, un personaje capaz de poner de manifiesto toda la crudeza de la situación social de un continente.


Pero también Chalbaud ha echado mano de otros registros como la ópera en dos películas protagonizadas por Mayra Alejandra, en el papel de una demoledora femme fatal 100% venezolana. El díptico está integrado por Carmen la que contaba 16 años (1978), basada en la novela de Prosper Merimée y en la obra musical de Georges Bizet, y Manon (1986), basada en el libro Manon Lescaut del abad de Prévost y en la ópera de Giacomo Puccini.



http://www.youtube.com/watch?v=a6au5cDxWs8

(En este link podrán encontrar completa Carmen las que contaba 16 años)


En el corpus de la obra chalbaudiana cabe destacar también aquellos filmes que realizó a partir de sucesos que conmovieron a la opinión pública en su respectivo momento. En el policial Cangrejo (1982), el director se ocupó de uno de los casos más relatados por el ex policía y ex ministro de Justicia Fermín Mármol León en Cuatro crímenes, cuatro poderes (1978), relacionados con el tráfico y consumo de drogas entre personas de la clase alta venezolana. En Cangrejo 2 (1984), también basado en la obra de Mármol León, Román Chalbaud se ocupa de un tema que años después alcanzaría inusitada relevancia en todo el mundo: la corrupción de algunos miembros de la Iglesia Católica.


Otras de sus cintas también recordadas por todos, son La gata borracha (1983), Ratón en ferretería (1985), Cuchillos de fuego (1989) y El corazón en las tinieblas (1991), basada en la novela homónima de Joseph Conrad.

Es a partir de la entrada del nuevo siglo cuando el cine de Chalbaud experimenta un declive progresivo. Primero con El Caracazo (2005), donde los disturbios y saqueos de febrero de 1989, son el leit motiv para una interpretación de la sangrienta represión de las protestas y del papel que las fuerzas policiales y militares asumieron ante cada situación. También están las incursiones por encargo con proyectos no tan afortunados como las emblemáticas películas de sus inicios. Son estos Zamora, tierra y hombres libres (2009), y Días de poder (2011). Contadas excepciones que no despojan la magnitud e importancia de este director venezolano, referencia obligada en la cinematografía no sólo de Venezuela sino de América Latina, por su manera de retratar la ciudad, y por el naturalismo planteado en sus escenas, que fundan un neo-realismo venezolano de inconfundible sello autoral.

Lo sagrado siempre alternando con lo obsceno, en contraste con el humor negro y una estética inigualable que hacen de Román Chalbaud un director fundamental.

iOla Mares